LA ENVIDIA
Tengo 57 años, desde hace tiempo soy Médica de Familia, y casi siempre he trabajado en Atención Primaria y en Centros de salud pequeños.
Muchas veces pienso que tengo un trabajo envidiable. Por ejemplo, voy y vuelvo por la carretera de la costa viendo todos los días un paisaje de mar diferente, un cielo diferente, una imagen del ratón de Getaria, de las playas de Zumaia, siempre preciosas.
Trabajo cerca de mi casa, y lo más importante, voy a realizar un trabajo que todavía me gusta, que todavía, a pesar de las dificultades, me motiva.
Pero por circunstancias, los últimos años he tenido contacto con otros servicios y consultas hospitalarias, y he sido yo la que he tenido envidia.
He tenido envidia en el servicio de Hospitalización a Domicilio, donde realizan muy bien y con muchos medios, cuidados paliativos y otros tratamientos posthospitalización. Hice una rotación, cuánto envidiaba cada mañana ver que el equipo empezaba la jornada con una reunión tranquila de todos los profesionales de la Unidad, comentaban los casos, las dificultades y los planes de tratamiento, o temas organizativos.
También envidiaba que generalmente hacían las visitas juntos Médico/a con Enfermería, cómo se complementaban en los tratamientos, en las sugerencias, en los planes de cuidado…
Y lo que ya me hacía suspirar de sana envidia era el tiempo que podían dedicar a cada paciente, a cada familia, antes de la visita, en las llamadas telefónicas, y sobre todo en el domicilio, tranquilidad, paciencia y mimo, disponiendo de ese valioso recurso.
Muchas veces pienso que tengo un trabajo envidiable. Trabajar con personas es duro y doloroso, pero a la vez un privilegio. Me encanta cuando noto la cercanía, la tranquilidad que tienen los pacientes conocidos después de varios años juntos, los conozco, también a sus familiares, también sus circunstancias y muchas veces sus domicilios. Esa longitudinalidad es tremendamente facilitadora de la confianza y el trabajo sanitario. No me extraña que varios indicadores de mejora de la salud y de supervivencia le den el valor que los Gestores no le otorgan.
En las consultas de nuestros compañeros del segundo nivel todo suele ser más impersonal, los pacientes no tienen nombres conocidos ni son “el marido de…” “la madre de…” sino números, etiquetas u órganos. Hacen muy bien su trabajo, disponen de muchos medios. Y les envidio.
Envidio que, en las consultas de especializada, normalmente nadie corre. Tampoco hay acumulación en las salas de espera. Tienen ayuda para la organización de los que acuden, y de los pocos indemorables. Para las explicaciones, para los trámites, para sus exploraciones e intervenciones. Imagino que hasta tienen sustitutos, esos tesoros cada vez más inalcanzables.
Hoy, después de subir las persianas, cambiar el rollo de la camilla, poner folios, comprobar los radiadores, cada vez que limpiaba el fonendo, el otoscopio, el pulsioxímetro, y también cuando me ha costado tanto subir a la camilla no elevable de mi consulta, a personas ancianas y con dificultades de movilidad, me he acordado de es@s compañer@s. Sin rabia, soy una Médico de pueblo y por lo tanto humilde, pero sí me ha dado bastante envidia. Mis consultas espontaneas, programadas, indemorables, urgentes, telefónicas, administrativas, telemáticas, en el centro de salud, en la calle, en las casas, …son cada vez más cortas, cada vez más aceleradas. Tengo la sensación de que cada vez tengo menos tiempo y es más difícil hablar, compartir, con mi equipo.
Muchas veces pienso que tengo un trabajo envidiable. No estoy encerrada en salas con luz artificial y largos pasillos. Desde la ventana de mi consulta veo y siento la vida del pueblo. Niños que van o vuelven de la escuela, los usuarios del Centro de dia que bajan a tomar el sol, a pasear con sus andadores o sillas de ruedas, sus cantos en Euskera…Agur, agur, agur, en tantos encuentros por las calles del pueblo al ir a hacer avisos. Y el disfrute de los paisajes rurales cuando voy a los caseríos y a los barrios.
Pero en el Hospital también he sentido envidia. Me parece que hay muchos profesionales, suficientes para hacer su trabajo con tranquilidad y seguridad, tablets, visitas que parecen tranquilas, programadas, sin apuro, con tiempo para explorar, reflexionar, decidir. Seguro que hasta pueden estudiar en horario laboral, y hacer trabajos de investigación, y docencia.
Todos esos servicios que envidio funcionan mejor porque disponen de recursos, económicos y personales. No hay más secretos.
Juan Simó Miñana lo explica muy bien en sus análisis de presupuestos dedicados a la Atención Primaria y a la Atención Hospitalaria. Sus famosas serpientes cuyas bocas, para nuestra desgracia, cada vez se abren más. Servicios en nuestras Organizaciones Sanitarias Integradas cada vez más hipertrofiados hacia el lado del Hospital.
Serpiente de @repunomada
Que 1000 millones de euros presupuestados para Atención Primaria se hayan dedicado a la compra de vacunas Covid nos da una idea de lo importantes que somos para el Ministerio de Sanidad. Nada.
Yo he nombrado la palabra envidia. En las redes sociales, en nuestras conversaciones y reuniones de Medicxs de Familia cada vez se oyen y leen más palabras como burn out, desánimo, cansancio, hartazgo, rabia y desmotivación. Muchos y muchas lo dejan o están pensando abandonar .Otros no nos eligen, o cambian de especialidad
Yo quiero seguir siendo envidiable. Y que otros muchos sanitarios de pueblo también lo sean.
Y quiero que no desaparezca la Atención Primaria porque entonces desaparecerá la visión global del paciente, la equidad y la accesibilidad.
Señoras y señores que deciden, que mandan: Nosotros y nosotras pondremos la ilusión, las ganas, el trabajo, nuestros conocimientos y habilidades.
Ustedes pongan los recursos
Deja una respuesta