Mi compañero Ángel López Hernanz me ha encargado que intente contar en su blog mi experiencia como médico rural.
Lógicamente me sorprende que una persona con mucho más conocimiento y trayectoria como médico rural tenga interés por mi experiencia. No obstante, es cierto que una de las características más relevantes del mundo de la medicina rural en España es su amplia VARIABILIDAD, y por tanto nuestras distintas experiencias pueden ser complementarias.
Creo que debo empezar por cómo y desde dónde llegué a la medicina rural. Me formé a finales de los 80 en un centro urbano de la periferia de Madrid, en Parla, exponente de la zona sur económicamente deprimida. Estuve allí posteriormente durante 6 años, ejerciendo además la función de coordinador de la Unidad Docente del Área 10 (3 de esos años sin función asistencial). Aprobé entonces las oposiciones del extinto Insalud, y en los meses previos a la elección de plaza me empecé a plantear un cambio, por diferentes razones, pero una de ellas era un cierto hastío de ciertos problemas que comenzaban a aparecer en centros de salud, fundamentalmente por discrepancias entre estamentos que en ese momento comenzaban a surgir. Fundamentalmente buscaba un cambio para alejarme de ese tipo de problemas, buscaba un poco de soledad, y decidí coger una plaza en medicina rural.
El pueblo está en la comarca de la Sagra, una zona situada en el norte de la provincia de Toledo y que incluye un poco de la provincia de Madrid, donde estaba mi zona. Un poco más al sur de Parla, y en plena autovía de Toledo, Torrejón de la Calzada tenía 2500 habitantes. Había crecido en los últimos años, previamente tenía unos 1500, y ya se habían construido algunas urbanizaciones de chalets adosados, que se iban poblando con familias provenientes de otras poblaciones más grandes del sur de Madrid.
No obstante, la mayoría de mi cupo era de la población original “de toda la vida”; encontré una excelente enfermera que llevaba allí unos 15 años, que conocía bien el pueblo, aunque vivía en otro pueblo cercano. Mi primera y grata sorpresa fue la altísima capacidad de resolución de problemas de la enfermera, la excelente coordinación que podía tener con ella, un cambio radical frente al centro urbano. Podía pensar que era algo sólo característico de mi enfermera, pero al realizar las guardias con las demás enfermeras y enfermeros de los otros pueblos, era una característica de todos ellos salvo alguna excepción. Llegué a la conclusión de que en el mundo rural, al coincidir en el tiempo y mano a mano médico y enfermera mucho más en tiempo y espacio que en el medio urbano, siempre con el mismo cupo de pacientes, el trabajo en conjunto tiene muchas más posibilidades.
Yo vivo en Madrid, y me desplazaba 45 km (90 ida y vuelta) todos los días. Era un trayecto de unos 45 minutos, ya que los atascos no se producían de salida de Madrid, sino para entrar. Voy a hacer aquí un inciso sobre el tema de si es necesario o no vivir en el pueblo donde trabajas. Yo nunca me planteé vivir en la zona, tanto por motivos familiares (cónyuge trabajaba en Madrid, hijos pequeños) como de gusto personal. Respeto mucho a los médicos que han elegido vivir en el mismo pueblo donde trabajan, pero creo que es importante para los médicos de familia que se plantean trabajar en el medio rural que NO ES OBLIGATORIO vivir en el mismo pueblo que trabajas: es una opción personal, y en mi opinión no es mejor ni peor. Sé que muchas personas piensan que si no vives en el pueblo no eres un verdadero médico rural, no conoces a las personas, el medio, etc., etc.), pero yo creo que después de años ejerciendo tu trabajo profesionalmente, saliendo a la calle, a los domicilios, relacionándote con alcalde, fuerzas vivas, dando tus charlas y después conversando en reuniones en el centro cultural y en el de mayores, y conociendo los problemas de la población que aparecen con frecuencia en la consulta, se puede desarrollar una gran labor como médico rural. Viviendo en el pueblo está claro que tienes una visión más completa, pero también he visto casos de compañeros en que se ha mezclado en exceso lo personal con lo profesional provocando algunos conflictos que han afectado incluso a su salud. Lo que quiero transmitir a los jóvenes médicos de familia es que se puede ser un excelente médico de familia en el medio rural, desarrollarte plenamente en tu profesión, y a la vez poder mantener tu vida personal en el medio urbano si es lo que tu situación personal y tus gustos te piden.
Hecho este inciso, continúo. Los años iniciales en el pueblo fueron para mi los mejores de mi vida profesional. Trabajaba solo, con la enfermera y una persona del pueblo que ponía el ayuntamiento para ayudar en algunas tareas administrativas y de recepción de los pacientes, en un antiguo y pequeño edificio en la plaza del pueblo, frente al ayuntamiento. Nada que ver con un centro de salud moderno, era la antigua “casa del médico”, aunque nunca se llegó a utilizar porque el antiguo médico titular nunca la utilizó (de hecho, no vivía en el pueblo a pesar de que entonces era obligatorio). Cuando llegué, dado el crecimiento de la población, se incorporó una plaza de médico que pasaba medio turno por la tarde, en la que pusieron al médico interino que yo había desplazado. Aun así, no hubo ningún problema, la población de mi cupo, la mayor parte la original del pueblo, con profesiones agrícolas y de pequeño comercio, tras hablar con el alcalde y otras fuerzas vivas que lo explicaron a la población, me dio un tiempo para conocerme antes de pedir cambios de médico y finalmente prácticamente nadie se cambió. Cosas que es imposible que ocurra en el medio urbano
Lo que más me llamó la atención fueron las expectativas de la población rural en la consulta; en lugar de pedir derivaciones a especialistas o alta tecnología, siempre preferían y confiaban en que tú les solucionaras el problema. Seguimiento de embarazos, niños, cirugía menor, infiltraciones, atención a verdaderas urgencias (traumatismos graves, accidentes de automóvil, infartos), traslados de los pacientes en tu propio coche, guardias en el centro de cabecera (por supuesto sin libranza al día siguiente). Las visitas a domicilio eran un placer, paseos por el pueblo sin prisas, muchas veces conjuntamente con la enfermera (algo que se había hecho muy excepcional en el cetro urbano), de vez en cuando alguna charla en el centro cívico, el café a media mañana en el bar del pueblo.
Las guardias en el pueblo principal (Griñón, a unos 10 km) te permitía mantener un cierto grado de entrenamiento en la atención pediátrica, que constituían más de la mitad de las consultas en urgencias. No me costó mucho recuperar los conocimientos de atención pediátrica que no hacía desde la residencia. De todas formas, ya habían puesto poco antes una pediatra en el centro de cabecera, que también pasaba unas horas por la tarde en mi pueblo y poco a poco dejé de ver niños en mi consulta. Por supuesto entonces no había UVI móvil ni otros servicios de urgencias, por lo que se atendía todo, incluidos accidentes de tráfico y toda la patología grave que estabas más acostumbrado a que fueran directamente al hospital en el medio urbano.
Me pareció un ámbito de trabajo tan importante y representativo de lo que era la atención primaria, que me pareció muy injusto que se mantuviera alejado de los ámbitos de formación pre y postgrado, así como de la investigación. Aprovechando mis contactos con mi sociedad científica (semFYC) y de mi pasado como coordinador de Unidad Docente, me impliqué en la fundación del Grupo de Trabajo de Medicina Rural de semFYC, junto a compañeros como Miquel Reguant (primer coordinador), Carme Beltral, Jaume Banque, Angélica Fajardo, Juan Jesús García, Luis García Burriel o Bernabé Galán. Una de las primeras tareas de este grupo fue elaborar un documento semFYC que, incluso pasados 20 años, creo que puede ser de interesante lectura para conocer la problemática del medio rural, y que se puede consultar en los siguientes enlaces: https://www.elsevier.es/es-revista-atencion-primaria-27-pdf-S021265670078543X https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0212656700786409
Otro los aspectos que trabajamos prioritariamente, también aprovechando mis contactos en la Comisión Nacional de la Especialidad, fue la introducción de la rotación de medicina rural. Hicimos una propuesta a principios de 2000 que se introdujo en el programa de 2005, y que después se ha consolidado en las diferentes actualizaciones. En aquellos momentos era difícil conseguir acreditaciones de centros de salud rurales, por temas estructurales, pero se consiguió la acreditación individual para la rotación rural, lo que creo que en años posteriores acercó a los médicos de familia jóvenes al medio rural y comenzaron a planteárselo como opción profesional.
https://www.elsevier.es/es-revista-atencion-primaria-27-articulo-la-rotacion-rural-un-reto-13112208
También conseguimos ser sede de uno de los primeros Congresos mundiales WONCA de Medicina Rural, en Santiago de Compostela. https://www.elsevier.es/es-revista-atencion-primaria-27-articulo-congreso-wonca-rural-el-debate-13048859 . Allí conocimos las experiencias de otros países, como los grupos australianos que realizaban los avisos en avioneta y operaban apendicitis e incluso cirugías de cadera, a grupos finlandeses que tenían minihospitales para poder tener pacientes ingresados en épocas en la climatología impedía traslados a hospitales, pero también a grupos de países en desarrollo que con imaginación suplían sus carencias de recursos. Allí fue la primera vez que oí hablar de la ecografía en atención primaria a un grupo de médicos rurales escoceses que trabajaban en las islas del norte, y que ha sido posteriormente mi línea de trabajo.
A partir de 2005, cuando ya llevaba casi 10 años en mi centro de trabajo, las circunstancias cambiaron. La Comunidad de Madrid decidió suprimir las guardias (sin posibilidad alguna de realizarlas voluntariamente) y creó servicios específicos. Además, los pueblos estaban creciendo en población de forma exponencial, convirtiéndose poco a poco en pueblos dormitorio, con una población urbanita que no se parecía mucho en cuanto a expectativas sanitarias a la población original. Se construyeron nuevos consultorios, y creció el número de profesionales. De 7 médicos en toda la zona básica que éramos en 1996, éramos 24 en 2015, el año que me trasladé, 5 de ellos en mi pueblo (que ya tenía 8500 habitantes). De hecho, se construyó un hospital en las cercanías, que empezó a funcionar 2 años antes de mi traslado. Empezaron a aparecer los mismos problemas de los que había huido, y la organización y la población ya no se parecía a la que había cuando llegué al pueblo, incluso peores, ya que entonces en Madrid se empezó a descentralizar la gestión (yo lo llamo gestión de la miseria), y aparecieron los problemas de gestión de las ausencias, que en centros tan pequeños son mucho más graves y difíciles de gestionar. Siempre digo que yo no dejé la medicina rural, sino que ella me dejó a mí. Afortunadamente en 2010 comenzó un programa piloto de implantación de la ecografía en atención primaria en Madrid y querían que uno de ellos fuera un centro rural, siendo el nuestro el único que manifestó interés. Así, gracias a la medicina rural, me introduje en el mundo de la ecografía clínica siendo miembro fundador del Grupo de trabajo de Ecografía de semFYC.
Tras 19 años en la misma plaza, decidí cambiar a una plaza urbana (también un poco forzado por circunstancias familiares), a un centro muy grande, con 40 médicos de familia, a 10 minutos de casa, en un barrio popular (Hortaleza), en la que llevo 7 años. El cambio fue drástico, pero tengo que decir que, con todas las características negativas que conlleva un centro tan grande, he podido desarrollar también una buena atención primaria, además de haber podido gestionar la atención en la pandemia con más recursos y apoyo de compañeros. Quizá, después de mi primera etapa en el centro rural, ésta sea una de las mejores etapas de mi vida profesional. Al final creo que lo más importante para encontrarte a gusto en tu trabajo es tener la posibilidad de organizar tu consulta, tener buenos compañeros (sobre todo tu enfermera), poder desarrollar tus inquietudes y mantener una continuidad. El medio rural tiene unas características intrínsecas que pueden favorecer el trabajo del médico de familia, mejor cuanto más rural sea: ámbito geográfico bien delimitado, cupos más pequeños en general, población con más confianza en su médico y menos dependiente del hospital, mayor sosiego y tranquilidad (no siempre) y relaciones más estrechas con tus compañeros. Pero también debe acompañarse, como en cualquier otro trabajo, de buenas relaciones con los compañeros (si no las hay, al ser menos personas puede ser un suplicio), de medios para poder desarrollar tareas de docencia e investigación, y de unas ratios adecuadas (el peligro del crecimiento de los pueblos cercanos a las ciudades también puede convertirse en un suplicio, ya que siempre tardan en poner los nuevos recursos).
En definitiva, la medicina rural es una opción en la que se puede desarrollar mejor el trabajo de la medicina de familia; hoy día, con las nuevas tecnologías, es posible mantenerse bien formado, y los consultorios suelen estar bien dotados para trabajar con dignidad. También han llegado ya los residentes, que, tanto en rotaciones cortas como en el cada vez mayor número de centros rurales acreditados para la formación completa de la residencia, están presentes en la medicina rural. Es cierto que, como en todos los centros de salud, en la medicina rural también se nota el deterioro por el abandono presupuestario que ha sufrido la atención primaria en los últimos lustros. Pero quizá será en el mundo rural donde menos se note este abandono, ya que los especialistas del nivel secundario son mucho menos accesibles y siempre serán necesarios los profesionales de la sanidad rural, los más cercanos a sus pacientes.
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