Nos hemos pasado décadas con la narrativa de la defensa de la Sanidad Pública obviando que es un término que pertenece a la misma familia semántica que las expresiones vencer la enfermedad, no me voy a rendir en mi dolencia, atacar el cáncer o guerra al tabaco. El sistema sanitario no es una campaña militar, es un sistema complejo y como tal tiene sus reglas (complejas).
Es un clásico que el sistema se ha gobernado con displicencia aprovechando la eterna división entre sus profesionales, con visiones e intereses aparentemente distintos y enfrentados. Una gestión mediocre junto a una financiación mediocre sobre los hombros de unos profesionales que en ciertos casos también habremos sido mediocres. Empiezo por mí. Si mi organización me obliga a atender en un día el doble de pacientes que el resto de médicos europeos, seguramente gane en rentabilidad, pero seguro que pierdo en calidad.
Esta semana el doctor Julio Mayol, director médico de un prestigioso hospital madrileño compartía una lista de problemas sanitarios desde su visión de alto directivo que me animé a completar desde mi posición de médico rural. De un vistazo se puede comprobar que lo que pudiera aportar valor es la disparidad aparente de puntos de vista; si los leen con atención verán que se complementan entre sí. Esto nos podría dar una pista a la hora de afrontar el necesario replanteamiento del sistema que ni políticos, ni profesionales, ni ciudadanos, parecen tener ganas de asumir. Lo cierto es que vamos a necesitar un nuevo sistema sanitario potente que pueda hacer frente a las pandemias y retos globales que vendrán cuya complejidad probablemente no seamos capaces de imaginar ni de afrontar con la actual organización (recuerden que con el Covid el sistema ha colapsado seis veces en Atención Primaria y pongamos que tres en hospitales).
Desde mi humilde posición en el sistema hay una palabra muy poderosa que siento fundamental rescatar: servicio. Y plantearía la oportunidad de transformar nuestra narrativa de defensa del sistema (un sistema en parada cardiaca técnica, digan lo que digan unos y otros) por una narrativa del servicio. En este caso un servicio público esencial. Servir a la sociedad y a la ciudadanía, a toda la ciudadanía. Dentro de un marco de justicia y solidaridad que dé un paso más a la situación de “barra libre” y de conversión de la salud en un bien de consumo que aparentemente vivimos.
En mi pueblo hay mucha patología, muchas personas mayores, muchas personas con enfermedades graves, crónicas, mentales, penosas. Mucho por hacer. Y tengo claro que una parte nos toca al sistema sanitario y otra a la comunidad, familias y personas. Me toca gestionar una pequeña parcela sanitaria que me obligará a salir de la consulta, pese a los 43 citados de la última jornada, para animar a mis vecinos a ser protagonistas en el cuidado y mantenimiento de su salud. Lógicamente poco podré hacer solo, pero ahí está el reto. En una época en la que se vitalizan las tontunas a lo mejor conseguimos visibilizar el valor del servicio. Y en ese momento asumir que las condiciones de trabajo de los profesionales sanitarios pueden facilitarlo o dificultarlo.
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